viernes, 26 de junio de 2015

Moscú-Petushkí, de Venedikt Yeroféyev

Kupavna-kilómetro 33, un capítulo del clásico del underground soviético Moscú-Petushkí, escrito por Venedikt Yeroféyev en 1969-70 y publicado por vez primera en Jerusalén, en el año 1973. Un poema pseudoautobiográfico cuyo protagonista, presa de un zapoy (borrachera de días), viaja, entre alucinaciones y trascendentes reflexiones filosóficas, políticas y artísticas, en el tren de cercanías que le lleva de Moscú a su particular Ítaca: la aldea de Petushkí.

Autor: Venedikt Yeroféyev
Traducido por Antonio Airapétov
Original


Durante tres años seguidos me esforcé por resolver el enigma. Lo hice a diario y, pese a todo, a diario me dormía después del décimo vaso.

Sin embargo, todo resultó ser muy sencillo: resulta que si usted ya ha tomado el quinto, debe beber el sexto, el séptimo, el octavo y el noveno vasos de golpe, de una sentada, pero de forma imaginaria, solo en su mente. Dicho con otras palabras, debe hacer un esfuerzo de voluntad para no tomarse de una sentada el sexto, ni el séptimo, ni el octavo, ni el noveno vasos.

Y tras aguantar una breve pausa, pasar directamente al décimo, como se hace con la novena sinfonía de Antonín Dvorak, novena de hecho pero denominada la Quinta: considere usted décimo su sexto vaso y podrá estar seguro de que ahora sus fuerzas irán en aumento, sin obstáculo alguno, desde el sexto (décimo) hasta el vigésimo octavo (trigésimo segundo) vaso, es decir hasta ese umbral más allá del cual ya no hay más que demencia y bestialidad.

No, en serio, desprecio a la generación siguiente. Me produce asco y horror. Máximo Gorki no le comprondrá canciones, ¡nada de eso! No digo que nosotros, a su edad, lleváramos encima todo un cargamento de cosas sagradas. ¡Dios me libre!... En realidad, solo teníamos unas pocas cosas sagradas pero sí teníamos muchas que no nos importaban una mierda... Sin embargo, a ellos todo les importa una mierda.

Podrían dedicarse, por ejemplo, a lo siguiente. Yo, a su edad, bebía con grandes intervalos: bebía un tiempo, luego lo dejaba, luego bebía otra vez, luego lo dejaba otra vez... Por eso no puedo saber si la depresión matinal es más inspirada si se convierte en un hábito diario. Es decir si a los dieciséis años ingieres cuatrocientos cincuenta gramos a las siete de la tarde. Claro, si yo pudiera volver atrás y empezar la vida de nuevo, sin duda lo intentaría, pero ¡ellos! ¡Ellos!...

¡Y si solo fuera eso! ¡Pero cuántos misterios nos aguardan en otros ámbitos de la existencia humana! Imagine, por ejemplo, que un día, desde por la mañana y hasta la noche, usted consume únicamente vodka blanco y nada más; pero al día siguiente, únicamente vinos tintos. El primer día, hacia medianoche, parecerá que está usted poseído. Hacia la medianoche habrá llegado usted a estar tan fogoso que las jóvenes podrán saltar por encima de usted en la noche de San Juan. Claro que, si ha estado bebiendo usted desde por la mañana y hasta la noche únicamente vodka blanco, de tanto saltar, al final se la van a encontrar.

Pero ¿y si ha ingerido usted desde por la mañana y hasta la noche únicamente vinos tintos fortificados? Las jóvenes ni siquiera saltarán por encima de usted en la noche de San Juan. Es más, aunque una joven se siente en la noche de San Juan, usted no podrá saltar por encima de ella, y mucho menos lo otro... ¡A condición, claro, de que hubiera estado bebiendo usted desde por la mañana y hasta la noche únicamente tinto!...

¡Sí, sí! ¡Cuántas apasionantes sorpresas prometen los experimentos en áreas especializadas! Por ejemplo, el hipo. Mi estúpido paisano Soloújin le invita a coger níscalos al bosque. ¡Escúpale en sus níscalos salados! Ocupémonos mejor del hipo, es decir del estudio del hipo borracho en su aspecto matemático...

— ¡Por favor! — me gritan a mi alrededor. — ¿Es que en el mundo no hay nada que pueda...?

— ¡Exacto! ¡No lo hay! — grito yo a mi alrededor. — ¡No hay nada salvo eso! ¡Nada que pueda! No soy idiota, entiendo que también existe la psiquiatría, la astronomía extragaláctica, ¡eso es verdad!

Pero todo eso no es nuestro, nos lo impusieron Pedro el Grande y Nikolay Kibalchich, ¡nuestra vocación está en otra parte! ¡En esa parte a la que yo le conduciré si no se resiste! Usted dirá: «Esa vocación es falsa y vil». Pero yo le contestaré, se lo repetiré otra vez: «No existen falsas vocaciones, toda vocación merece un respeto».

¡Que le den, al fin y al cabo! Hará bien en dejar la astronomía extragaláctica a los yanquis y la psiquiatría a los alemanes. ¡Que gentuza como los españoles se vaya a ver las corridas de toros y el canalla del africano construya su presa de Asuán! ¡Que la construya! ¡Al final se la llevará el viento! ¡Y que se atragante Italia con su estúpido belcanto! ¡Que se atragante!...

Nosotros, insisto, nos ocuparemos del hipo.

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