Poco después del anuncio de que Rusia sería la sede del Mundial de fútbol de 2018 el entonces presidente de la Unión Rusa de Fútbol Serguey Fúrsenko dijo que la seleccion rusa ganaría el torneo. Al día de hoy, Fúrsenko ya no es presidente y el ministro del deporte Vitáliy Mutkó ha rebajado algo el listón. Mutkó estima que nuestra selección está capacitada para llegar al podio. ¿Es eso realista? ¿Tiene la actual generación de futbolistas rusos alguna posibilidad de conquistar medallas? Este ha sido el tema de la entrevista que el periódico digital Lenta.ru ha realizado al Maestro Honorario del Deporte y Seleccionador Honorario de la URSS Anatóliy Býshovets, el entrenador que llevó al equipo soviético a la victoria en los Juegos Olímpicos de Seúl en 1988.
Entrevista realizada por Iván Timoshkin a Anatóliy Býshovets
Traducida por Antonio Airapétov
Original
— ¿Con qué capacidad ve a la generación de futbolistas que nos representará en el Mundial de fútbol de 2018? De hecho, ¿la ve con capacidad?
— Sí, pero hay que entender que la capacidad no es garantía de nada. Para la victoria, y más en un torneo importante como un Mundial, la sola capacidad puede no ser suficiente. Se necesita un ambiente adecuado y unas condiciones óptimas para progresar. Por eso, yo ampliaría un poco el tema.
— Bien, de acuerdo. Pero para empezar intentemos, de todas formas, componer una especie de perfil de la actual generación de jugadores de la selección rusa. ¿Quiénes son? ¿Cómo viven? ¿Qué es el fútbol para ellos? ¿Saben jugar? ¿Tienen voluntad? ¿Qué están dispuestos a sacrificar por el fútbol? ¿Cuál es su relación con el dinero, la gloria, el éxito, el país...? ¿Cuál es su formación? ¿Son autónomos o infantiles? Y por último, ¿qué les importa en esta vida?
— Todas estas cuestiones son muy importantes pero no se puede saber lo que tiene dentro cada uno. Por eso, supongo, solo podemos hablar de tendencias generales. Todos vivimos en sociedad y, naturalmente, dependemos de lo que pasa a nuestro alrededor. Y lo que hay alrededor es un desplazamiento de los valores, conceptos y metas de vida. En el propio fútbol ya no se habla tanto de resultados, victorias o afán por llegar a la selección, como de cobrar más y conseguir el mejor contrato.
También es importante quién los dirige. Nos guste o no, el entrenador es la persona que, además de descubrir las posibilidades de un jugador, el sentido de su juego, también moldea el carácter del futbolista, ejerce una influencia en su personalidad y, probablemente, también en su condición ciudadana. Usted me ha preguntado si son autónomos. Me temo que no. Al día de hoy, la influencia de los agentes es tal que los jugadores dependen prácticamente en todo de ellos y con frecuencia llegan a ser inmanejables. Claro que la relación con la profesión, con el club, con el país, es algo que se enseña. Para eso están las tradiciones y, tras las tradiciones, los grandes futbolistas de los que nosotros hemos tenido muchos y, en realidad, seguimos teniendo. ¿Pero quién se va a ocupar de ello si tantos clubes tienen técnicos extranjeros? También ha cambiado la relación con el club. Desconozco la causa: el sistema de contratación o un cambio en la conciencia interna de los futbolistas... El caso es que los jugadores cambian con demasiada frecuencia y facilidad de equipo. Al recibir una oferta mejor de otro club, el jugador, sin pensárselo, acepta. Esta promiscuidad dice mucho.
¿Pasión por el fútbol? Yo, por ejemplo, amo el fútbol, me ha dado mucho. Gracias al fútbol me he realizado como jugador y como entrenador, aunque no sea muy apropiado decirlo. Sí, amo mi trabajo, pero el ambiente en el que me veo obligado a competir hoy en día me repele.
— ¿Por qué?
— Porque la relación con la profesión, con el fútbol, se ha vuelto principalmente mercantil. Verá, mi generación de jugadores y entrenadores fue, en su mayoría, altruista: para ellos no era tan importante ganar dinero como vencer. ¿En qué compiten ahora? ¿En quién tiene la mejor casa, el mejor coche, la ropa más cara y a la última? Me parece que para la actual generación de futbolistas este tipo de materialismo prevalece sobre la profesionalidad. Por eso no es casual que solo unos pocos, de todos los que se han marchado últimamente a jugar en Occidente, han sabido demostrar su calidad y afianzarse allí. O sea, el valor de lo conseguido solo se mide por la cuantía del contrato, no por los resultados. Al día de hoy, solo se vela por los intereses personales, son los tiempos que corren.
— Bien, y en cuanto al juego en sí, ¿cómo de original es la generación actual? ¿Cómo valora su calidad? ¿Cómo ve su preparación física? ¿Son capaces de afrontar el colosal esfuerzo que les exige el fútbol contemporáneo?
— Para eso, en primer lugar, hay que estar sano de nacimiento, y también en eso tenemos un problema. Nuestros futbolistas no aguantan igual de bien las grandes cargas físicas como sus colegas extranjeros. Por lo que se refiere a la preparación física, esta depende sobre todo del método. En tiempos soviéticos, teníamos los métodos más avanzados. Precisamente por su preparación y espíritu colectivo se hizo famosa la generación anterior de nuestros futbolistas. Nuestras selecciones de antaño siempre fueron un todo cohesionado.
— Usted, como es natural, rememora con frecuencia su época. ¿Podría comparar la generación con la que usted jugó y a la que entrenó con la actual? ¿Dónde están las diferencias?
— El tiempo pasa. Era otro país, otras condiciones, una relación muy diferente con la profesión, había una sensación de grandeza del propio país, a fin de cuentas. Claro que entonces también había voluntad de alcanzar el bienestar material, pero no era lo primero. En aquel fútbol había héroes: campeones olímpicos, ganadores de la Eurocopa... Todo eso también motivaba, causaba admiración, estimulaba para emular sus logros. Eso es, en realidad, lo que nos falta hoy en día. Había otros valores. Y cuando el país carece de héroes, aparecen los payasos. Aquella era una generación de vencedores, por decirlo de alguna forma. Era difícil imaginar a Lev Ivánovich Yashin pasando al lado de un aficionado sin darle un autógrafo o saludarle. Ahora es lo normal. Puede que la generación actual de futbolistas esté más formada, simplemente porque hay más información accesible, pero aquella gente era más rica por dentro. No estaba obsesionada con adquirir y consumir. Antes incluso los grandes futbolistas, como Streltsov, Netto u otros, no veían nada vergonzoso en jugar con el segundo equipo, si el entrenador así lo veía oportuno. Pero hoy tenemos, por ejemplo, a Granat se niega a jugar con la selección juvenil.
— ¿En qué se diferenciaban los futbolistas olímpicos y del primer equipo a los que usted entrenó?
— Sobre todo, en su afán de excelencia. La voluntad de alcanzar algo más, destacar en el campo de fútbol, no fuera de él. Podían sacrificarlo todo por ser campeones, por jugar con la selección de la URSS, viajar a un Mundial o Eurocopa. Claro que a ellos también les importaba el valor de la victoria, pero no como la gloria comprada en el mercado o el globo inflado por periodistas y comentaristas, que es lo que vemos hoy en día. Lo inflan, lo inflan... y al final acabamos perdiendo entrenadores y jugadores cualificados porque, en su mayor parte, todo ese globo se infla sobre la nada. Seguimos luchando contra los árbitros, los partidos amañados, y yo pienso que este ambiente es, en realidad, lo que aleja del fútbol a la gente honrada, apta y capaz.
Cambia también la relación con los entrenadores. Recordemos aquella sonada ocasión en que Alan Dzagóyev, ante todo el mundo, mandó a hacer puñetas al primer entrenador Leonid Slútskiy que había osado retirarlo del campo. Antaño algo así habría sido inimaginable.
— Repasemos entonces: ¿qué podemos esperar de la selección rusa y de la generación actual en el Mundial de 2018?
— Supongo que debemos valorar de forma realista la situación en que nos encontramos. Sí, hay un relevo generacional, es evidente. Tenemos cuatro años y una Eurocopa en la que sería conveniente obtener un buen resultado. No es el primer año que se oye hablar de un programa para el fomento del fútbol nacional, pero por el momento sigue sin existir, o al menos no ha sido publicado.
Después de la Eurocopa nos quedarán dos años en que no tendremos partidos oficiales, solo amistosos. La creación de un equipo, una visión de cómo debe ser, de su imagen... exigirá a los entrenadores, en primer lugar, experiencia de trabajo con selecciones. Pero Fabio Capello es un buen entrenador de clubes, mientras que los Mundiales de Sudáfrica y Brasil probaron que no supo sacar todo el provecho de selecciones como Inglaterra y Rusia. Sí, las individualidades son importantes. He ahí a Cristiano Ronaldo, a Messi... Pero en el último Mundial hemos visto selecciones que no tenían jugadores del más alto nivel y que, sin embargo, tenían una preparación táctica y física excelente, disponían de una estrategia de torneo por grupos y una táctica para enfrentarse a cada rival en particular.
Lo más importante para un seleccionador es generar en los jugadores una voluntad, una moral, motivarlos para alcanzar el máximo resultado e implantar en ellos un instinto vencedor. Aquí podríamos citar a Sepp Blatter, el presidente de la FIFA, que hace poco dijo: «¿Cómo se puede alcanzar la victoria si el equipo se apretuja en torno a su propia portería?»
Como entrenador me he enfrentado a los primeros equipos de Argentina, Italia, Brasil, y la selección de la URSS / CEI, a la campeona del mundo Alemania y la campeona de Europa Holanda. Teníamos excelentes jugadores pero, en conjunto, teníamos un nivel inferior a esos equipos, especialmente por lo que se refiere a la calidad individual de los futbolistas. Pero no éramos inferiores en la pelea, en la entrega, estábamos bien organizados y así conseguíamos compensar muchas de las ventajas del rival.
Para un entrenador extranjero que no habla el idioma de su equipo es muy difícil controlar todas las sutilezas de la dirección de los jugadores. El diálogo directo entre el entrenador y el futbolista está prácticamente descartado: solo se efectúa a través de un intérprete. Es como la raqueta que hay entre la mano y la pelota de tenis. Y eso supone un problema añadido: el problema de la raqueta, el del intérprete y su cualificación.
Claro que el valor de la victoria puede ser diferente, pero un Mundial es un torneo en que compiten los mejores entrenadores, jugadores y equipos. Y pienso que hoy debemos crear las condiciones más favorables para esa generación de futbolistas nacidos entre 1993 y 1995. Para los jugadores rusos. Hace falta un técnico que sepa desplegar su potencial. Porque ese potencial existe, de eso no tengo duda.
Sin embargo, en lugar de ello, la Unión Rusa de Fútbol podría aprobar un nuevo límite de extranjeros por equipo, el sistema 10+15, que supondrá que en el campo podrá haber 10 extranjeros y solo un ruso.
En ese caso, ya no habrá nada más de qué hablar: ni de la capacidad de la generación actual, ni de la calidad de su juego, de su carácter, su relación con la profesión, etc.
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